sábado, 13 de marzo de 2010

Leyenda de la Luna y el lobo


Cuenta la leyenda, que desde el principio de los tiempos, la luna brillaba majestuosa y serena en el cielo, y con su luz tenue y su mágica presencia, inspiraba a poetas y artistas; fascinaba a los soñadores, hacía crecer las cosechas, movía a su antojo las mareas, regulaba la fertilidad de las mujeres e incluso modificaba el ánimo y la salud de los vivos.

Una noche, un lobo gris se alejó de su manada y se acercó a beber a un arroyo. Se inclinó sobre el agua, y vio reflejada a la luna en ella. Una especie de hechizo se apoderó de él tras beber del reflejo de luna, y lo sumió en un profundo enamoramiento. Al mismo tiempo, los rayos de su luz, se reflejaron en el pelo del lobo y el brillo color plata, cautivó a la Luna.

Aullaba cada noche a la luna, con el fin de que ella lo escuchara y bajase para estar con él. Aullaba tan fuerte que la luna de feliz que estaba, hacía crecer su luz cada vez más. Se sentía completamente llena de que el lobo se sintiera tan fascinado y le parecía como si el amor que tenían fuese tan fuerte que superase a la eternidad del tiempo.

Necesitaban estar cerca el uno del otro, así que cada noche, el lobo aullaba y la luna brillaba con toda su luz. Así se comunicaban. El lobo le pedía a gritos que bajase para estar con él, pero ella, respondía con evasivas, porque no podía hacerlo. Tenía muchas obligaciones que mantener desde allí arriba. Si bajaba, no habría cosechas, ni nacimientos, ni arte, ni amor. Desaparecería la humanidad. No podía condenar a los hombres por su propio capricho.

Fue entonces cuando el lobo de tanto aullar, perdió su voz y la luna ya no pudo oírlo ni encontrarlo… se sumió en una enorme tristeza pensando que el lobo ya nunca más la querría, y su luz se fue haciendo cada vez más pequeña, y más pequeña, hasta que se ocultó en la oscuridad del firmamento.

El lobo por fin recuperó su voz tras varios siglos de silencio y se dispuso a llamarla. Miró al cielo y no la encontró por ninguna parte. Pensó que habría muerto y no pudo soportar ese dolor. Fue corriendo a toda velocidad hacia un cañón entre montañas, se tiró al vacío y murió estampado contra el suelo.

Un buen día la luna pensó que no podía dejar que todos los ciclos de la tierra se alteraran por su tristeza y decidió volver a brillar, aunque esta vez con una luz mucho más débil, sólo por obligación; intentó no pensar en el lobo, porque le hacía mucho daño, pero al mirar hacia abajo lo descubrió ensangrentado y sin vida.

Se sentía tan afligida que ya no tenía sentido brillar para ella, pero tenía que cumplir con su labor en el mundo. Así que decidió tomarse al menos un día de descanso al mes en el cielo, para poder estar con el espíritu de su amado y adquirir la fuerza necesaria para seguir brillando 28 días más. Después de todo, la humanidad comprende que privarse de un día de luz de Luna al mes, es un precio relativamente bajo para que ella pueda iluminar hasta el fin de los tiempos.

2 comentarios:

Juan Carlos Loaysa dijo...

Un bonito relato... La Luna, que gran inspiradora...

maikol watanabe dijo...

A veces la Luna sí parece haber reencontrado su Lobo...y entonces brilla tanto! que ciega si la miras fijamente.

Felicidades por el blog!

Publicar un comentario