martes, 9 de noviembre de 2010

Haiku otoñal

Tan breve y rojo
que tu llegada alerta
ya de tu estela.


lunes, 1 de noviembre de 2010

Instante


En este precioso instante
en que yaces derrotado
por la batalla lidiada
hace apenas un suspiro,
consigo deslizarme
al margen de los segundos,
al primero de tu alma.
Aprendo a tientas tus trasfondos,
al revés y derecho te imprimo.
Elevo tus triunfos
a lo más alto,
para que las derrotas,
queden mucho más abajo.
Te aprendo, te gano, te vivo
sin que sepas de mi ahínco
por ganarte, por tenerte,
por convertir este instante
en efímero, y en eterno.


miércoles, 27 de octubre de 2010

"Caminaré, caminaré... me alejaré tanto que llegará el momento en que un paso a cualquier dirección me acerque a casa"

domingo, 17 de octubre de 2010

Haiku soleado

Calentar al sol
los fríos corazones
pero contigo.


martes, 14 de septiembre de 2010

Latidos...

Una taquicardia es la respuesta repentina a un latido lejano, que
a pesar de los kilómetros, las incertidumbres y el ruido de fondo,
llega a nuestro oído como un grito desgarrado.
El músculo cardíaco, por empatía o simpatía, responde al instante con uno igual o de mayor magnitud, para que ese latido sepa que no está aislado y siga resonando. 


jueves, 9 de septiembre de 2010

El abominable hombre de las tabernas


El abominable hombre de las tabernas, no es un monstruo verde y con rayas, como los de cuento. No vive en rincones, para ocultarse, sino  que repta torpemente por doquier dejando su rastro baboso a plena luz del día. 

La insulsa existencia de este engendro de corriente apariencia, sólo se ve interrumpida cuando, de cuando en cuando, decide horadar las mentes esponjosas de seres ordinarios con su lengua viperina, taladrando con viles artimañas, canales profundos en los sesos de los que se dejan.

Una o dos veces por semana, tiene por costumbre irrumpir en los besos vespertinos de los amantes radiantes, para tornar sus dulces caminos en tortuosas veredas, llenas de charcos de incertidumbre.

Pero lo peor de su condición, es su terrible amabilidad, que consigue que todos le inviten a sentarse a su mesa… ¡Pobres ingenuos! No saben que dos segundos después empezará un festín de canibalismo cerebral, al cual están invitados sólo como vianda.